Osten Ard, de Tad Williams



Hace ya unos cuantos años, en este mismo espacio, dediqué una entrada a una de las creaciones del autor californiano Tad Williams. Un escritor de fantasía que, con su monumental obra Añoranzas y Pesares, se coronó como el último de los grandes herederos de la forma de entender la fantasía inaugurada por Tolkien. Quizás por eso, pese a que en su país de origen es un autor reconocido, en España no gozó jamás de la suerte que otros autores con muchísimo menos talento si han logrado (léase Brandon Sanderson). Eso ha hecho que la anteriormente citada Añoranzas y Pesares sea, a día de hoy, una pieza de coleccionista inaccesible para el lector en castellano. 

Más de veinte años después de mi última lectura, por eso del confinamiento domiciliario del covid, volví a pisar los caminos de Osten Ard. Y si ya guardaba un gratísimo recuerdo de aquella lectura de juventud, la impresión que me causo la relectura fue mayúscula. Autores como George RR Martin han citado a Tad Williams como fuente de inspiración. Y no puede ser más acertado. En Añoranzas y Pesares ya está presente la manera de narrar, los hilos argumentales, que convertirían unos años después a Canción de Hielo y Fuego en un fenómeno mundial. 

Por ese motivo no puedo dejar de recomendar encarecidamente la lectura de la obra cumbre de Williams a todo aquel que quiera redescubrir ese tipo de libros que logran despertar en el lector el sentido de la maravilla. Como escritor mataría por escribir una obra así. Lo cual no hace más que aumentar mi desesperación ante la ausencia de noticias al respecto de la publicación en la lengua de Cervantes de las nuevas novelas de Tad Williams, en las que el intrépido viajero regresa a las tierras de Osten Ard.

Sobre estas líneas os dejo el mapa de Osten Ard que acompaña la edición original de The Last King of Osten Ard (tomado prestado del mejor blog de fantasía en castellano, El Caballero del Árbol Sonriente). Ojalá algún día vuelva yo por esta bitácora y tenga en mi biblioteca esos libros traducidos al castellano. Por soñar, que no quede.

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